La lectura no es una característica innata de nuestra especie. De hecho, hace tan solo 6 000 años que existe como proceso adquirido. Desde un enfoque neurocientífico, esta actividad mental no se vincula con áreas cerebrales especializadas, a diferencia de lo que sí ocurre con otras acciones como ver, oler o escuchar. Cuando un ser humano adquiere la capacidad de leer, su cerebro debe “subespecializarse”. Es decir, áreas que ya están formadas y maduras se reorganizan para hacerlo posible.
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