Las personas compartimos rasgos comunes; sin embargo, como seres únicos que somos, lo normal es que seamos diferentes. Durante la infancia y la adolescencia estas diferencias pueden llegar a ser enormes y por eso, cada curso y cada aula son un mundo en miniatura: ni hay dos alumnos iguales, ni hay dos grupos de alumnos iguales. Pero la diversidad no es una lacra del sistema educativo, sino un valor que debemos apreciar por su gran beneficio para la sociedad. Las diferencias entre individuos responden a tres condiciones.
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