En el año 1934 el entomólogo francés Antoine Magnan y su ayudante André Sainte-Lague realizaron una serie de cálculos aerodinámicos y llegaron a la conclusión de que los abejorros no podían volar. Es más, de acuerdo con su modelo basado en el estudio de cómo vuelan los aeroplanos, el vuelo de los insectos era sencillamente “imposible”. Este episodio se suele poner como ejemplo de uno de los errores más frecuentes en ciencia, el que se produce cuando el investigador confunde su modelo con la realidad.
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