En la Inglaterra de los primeros años del siglo pasado, existía un trabajo cuyo cometido era ir por las calles despertando a la gente. Pero no iban tocando una trompeta o dando voces, porque eso hubiera despertado a todo el mundo y seguro que más de uno se hubiera levantado de mal humor. Los despertadores humanos despertaban a personas concretas, en su casa, y de modo efectivo. Se les conocía en su país como knocker-up, y la palabra knocker ya nos da una pista de cómo actuaban.
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