Cuando un Gobierno desdeña a una inmensa población de refugiados, la tarea de los trabajadores humanitarios se vuelve extremadamente difícil; cunde el hambre y la desesperación. Esto es exactamente lo que sucede en el Líbano. La ausencia de infraestructuras y de campamentos gubernamentales y el drástico recorte de las ayudas internacionales han convertido el país de los cedros en un infierno para más de un 1.200.000 sirios que han huido de la guerra civil de su país.
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