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Cuento para una huelga

Liberalote vivía en un gran palacio. Allí recibía a banqueros, emperadores, dictadores y otras gentes importantes. Liberalote podía cambiar de cara, cuatro años tenía bigotes, otros cuatro años no. También de carácter: cuatro años era arisco y seco, otros cuatro años sonreía. A veces Liberalote aguantaba ocho años con la misma cara y el mismo bigote, o con la misma sonrisa, según fuera el actor. Pero su función siempre era la misma: mantener un noviazgo con Capitalia, hacerla feliz.

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