En 1953 el profesor de un pequeño instituto de Málaga, Luis Díez Jiménez, empezó a recopilar los disparates que sus alumnos vomitaban sin disimulo en los exámenes de sus asignaturas de bachillerato. Trece años más tarde editaba un libro que recogía las mejores meteduras de pata de varias generaciones de estudiantes. La ‘Antología del disparate’ hoy se construye con los tweets de decenas de profesores que comparten los errores de sus alumnos en Redes Sociales
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