Cientos de miles de personas que viven en la ribera del Amazonas a su paso por Perú desconocían hasta hace siete años que el agua, cuando es potable, es transparente y no sabe a nada. Les extrañaba porque la que consumían la tomaban del inmenso río frente a sus casas, del mismo lugar donde se ubican las letrinas. El mismo en el que se aseaban y que aún es la zona de los pocos juegos que se pueden permitir los niños por estos lares.
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