No sé cuando vi mi primer encierro. En cambio, sí que recuerdo que mi madre nos despertaba de pequeños por si queríamos verlo por la tele y luego nos volvíamos a la cama. Cuando uno es un niño, las ocho de la mañana en verano parece una hora en la que el mundo pertenece sólo a los adultos. Alguna vez fuimos a verlo a la plaza de toros y entonces el madrugón era aun mayor(...) Me empieza a surgir la duda de si no llevarán razón quienes dicen que los encierros son un espectáculo brutal, primitivo y que hay que suprimir… Tengo el corazón dividido.
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