Desde hace mucho tiempo tenemos pendiente repensar los problemas del activismo LGTB, que siempre fue crítico con el mundo que nos quería borrar. Un debate que la paulatina burocratización y aburguesamiento de las entidades LGTB, las más importantes e influyentes, ha ido posponiendo sin fecha y que el surgimiento nuevas entidades, al abrigo de la moda prodiversidad, ha ido postergando. Hoy, más que nunca, hay que repensar nuestro activismo, y solo cabe hacerlo desde la visión de los derechos humanos.
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