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Cómo un vendedor de biblias convenció al mundo de que olemos mal

En esta historia hubo mentiras, engaños, manipulación, algo de suerte, lágrimas y claro, mucho sudor. Y es que el sudor, ese elemento inherente al ser humano que sirve como medio de refrigeración y que también puede ser terrible para aquellos que lo generan en exceso (diaforesis) se iba a convertir en el arma arrojadiza contra una sociedad que vivía sin agobios ni vergüenza el olor natural que desprende el cuerpo humano. Tuvo que llegar una joven estudiante y un vendedor de biblias para convencer al mundo entero de lo mal que olía.

| etiquetas: historia , publicidad , edna murphey

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