En España, donde, en ausencia de instituciones inamovibles, la gente se guía por personalidades, por accidentes fortuitos del momento; allí, el poder, conseguido todavía gracias a la simple influencia personal, no es apenas inferior al chatir de los turcos; maneras agradables, exudando cortesía del cielo, bastan para ganarse la fidelidad de los corazones españoles...
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