La verdad es que se le queda a uno cara de tonto (y sonrisilla de felicidad), cuando tras haber gastado el dinero en desatascadores, cosas largas raras y flexibles de los chinos (nadie piense mal), líquidos, geles, y un largo etcétera, resulta que la solución la tenía en la cocina. Bendito google. Quizá le sirva a más de uno.
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