Los enviados gubernamentales introdujeron micrófonos en la funda de gafas de uno de ellos y en un pendrive. Todo ello pese a que tanto los etarras, el Gobierno y el centro Henri Dunant se habían comprometido a no utilizar ningún aparato técnico de grabación sino sólo notas. Para ello, se instaló un detector de metales en la puerta de la sala y todos los que participaron en las reuniones se sometieron a ese control.
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