Campoamor entendió el feminismo como un humanismo en pro de la igualdad de derechos. Siguió la senda de Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán, y no quiso nunca un trato de favor por ser mujer, ni ningún tipo de discriminación positiva. Luchó prácticamente sola y venció. Comprometida y republicana, fue una de las primeras abogadas y diputadas españolas. Defendió el sufragio femenino en las Cortes constituyentes de 1931 con la oposición de republicanos, socialistas y, lo que más le dolió, de mujeres.
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