Cada año se usan más de 100.000 macacos de cola larga para pruebas de toxicidad (envenenamiento) e investigación biomédica, lo que ha condenado a estos animales a ser los primates con los que más se trafica. A pesar de ser abultada, esta cifra no tiene en cuenta el otro lucrativo negocio del que son víctimas los macacos de cola larga: su asesinato para ser descuartizados y vendidos por partes (sangre, plasma, órganos…). Para abastecer esta enorme demanda, los macacos son capturados o importados desde macro-granjas donde sobreviven hacinados.
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