Bebía como un bucanero, fumaba como una chimenea, contaba chistes verdes, tenía enfados volcánicos, cambiaba de partido como de chaqueta, despreciaba las encuestas electorales y engañaba a sus ciudadanos sobre las bajas reales que su país estaba sufriendo en la guerra. Y aún así, con todo lo malo, en una era de políticos adolescentes, postureos de red social y búsqueda de relatos postizos, echamos de menos a un tipo como Winston Spencer Leonard Churchill.
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