Atención porque, sin ánimo de sembrar el pánico, uno ya no puede estar tranquilo ni con los chupetones. No lo digo por el simple impacto visual, en ocasiones delatador de furores y envites sexuales con personal ajeno. Las consecuencias de un simple chupetón pueden ser más trágicas. Recientemente, una mujer neozelandesa sufrió una parálisis parcial motivada por tan efusivo cariñito.
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