yo apoyo eso: que sea el buen gusto (o malo) del público el que rechace al ilustrador o al humorista que no tenga gracia. Que se pueda ridiculizar al político, al dictador, a la mujer maltratada, al que voló por los aires y al que puso el culo o al que ardió en un horno crematorio. Todos, venga. Pero todos y sin límites...
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