John Marion Grant, condenado a muerte por haber asesinado a un trabajador de la cafetería de la prisión, comenzó a vomitar tras la administración del sedante midazolam. Al parecer, el equipo de ejecución tuvo que limpiar continuamente los vómitos y otros fluidos de Grant, que entró en una serie de convulsiones -contadas como dos docenas por un periodista presente- y tardó 21 minutos en morir.
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