De todos ellos, solo hubo una persona que no advirtiese nada delictivo. El único de los 14 que no vio nada, ni siquiera un atisbo de intimidación. El único que no se creyó a la víctima. El que le dijo a la chica que no había sentido dolor. El único, de hecho, que quiso soltar y absolver a Prenda, a Boza, a Cabezuelo, a Guerrero y a Escudero. Tal fue la ceguera del magistrado Ricardo Javier González González.
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