Los diez minutos que tarda en abrirse la puerta de la Cartuja se hacen más largos que los diez años que llevo esperando este momento. Queda poco tiempo hasta que anochezca y la estricta clausura en que viven una docena de monjes en el valle de Lullen hace imposible que pueda visitarse salvo muy contadas excepciones. Las mujeres tienen terminantemente prohibido su acceso y tan solo pueden esperar en una pequeña sala dentro del recinto amurallado, pero fuera del convento.
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