Daba igual que el termómetro marcase 42 grados, un récord para la ciudad eterna, convertida más bien en un monumental brasero. La fontana de Trevi, los alrededores del Vaticano o el Coliseo, donde vagaban dos almas en pena alemanas a las 15.37 del martes, punto exacto de la canícula más pronunciada. “Hemos comprado los billetes hace siete meses. ¿Le parecería normal que nos quedásemos en el hotel?”.
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