El ingeniero Paul Jaray estaba trabajando en cómo mejorar la antena de comunicaciones —un cable suspendido en el aire—, que con el movimiento provocado por el viento dificultaba enormemente la audición. Debía tratar de minimizar el movimiento de la antena y Jaray añadió un peso al final del cable a modo de plomada, el peilgondel. Observando la solución al problema de las comunicaciones… ¡Eureka! Cambió el peso añadido al final del cable por una cápsula o góndola en la que cupiese una persona.
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