Charles Dickens, a quien Tolstoi llamó el mejor novelista del siglo XIX, también fue un hombre atormentado y lleno de fantasmas. Durante un tiempo, debido a su insomnio y a una angustia latente, salía de su casa a medianoche y se dedicaba a caminar; recorría las calles de Londres bajo la lluvia buscando compañía en los objetos inorgánicos, en el Támesis y en las pocas luces que quedaban encendidas en la ciudad.
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