Si te paras a pensar, el razonamiento debería ser sencillo: buscar el producto mejor gestionado, que te pueda ofrecer más intereses y rentabilidad cuando te quedes sin ingresos al jubilarte. ¿No? Pues resulta que la mayoría de los inversores en planes de pensiones no tienen este criterio como el esencial. ¿Cómo toman las decisiones? Pues muchísimos lo hacen por el mal llamado “regalo”.
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