Eran tan malos que si jugaban medio decente y no perdían por mucho el público les escupían porque solían apostar por cuán amplia seria su derrota. En una cancha llena de humo por los puros, con los jugadores suplentes fumando en el banquillo, con parte del público que no se ponía de pie cuando sonaba el himno, con esos mimbres se gestó uno de los mejores equipos de la historia de la NBA con una táctica sencilla "defender, defender, defender".
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