Ayer me desperté gracioso y al salir con mi taxi me dio por lanzarle besos a todos los conductores aparcados en doble fila que encontré a mi paso. Me detenía a su lado, les pitaba y en cuanto me miraban les lanzaba un beso (la doble fila en Madrid es un cáncer que sólo se puede combatir a base de humor y sarcasmo, y ayer también me desperté sarcástico). Los cuatro primeros conductores (tres hombres y una mujer), en cuanto les lancé un beso, miraron para otro lado. El quinto, sin embargo, arrancó su coche y comenzó a seguirme.
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