Parece cera. O pintura fresca. O incluso vidrio. Pero es plástico, el mismo que se utiliza en los parachoques de los coches, el mismo que escupen las impresoras 3D, derretido, para construir desde un clip a una pistola. La versión del artista portugués Julião Sarmento de La pequeña bailarina de 14 años de Edgar Degas (1881) no ha sido moldeada por manos humanas, sino por el frío metal de una impresora en tres dimensiones.
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