Porque de eso va todo: de autores que escriben cosas que los bienpensantes no quieren leer, y que amenazan con la hoguera por ello, tanto a autores como a sus libros. Hasta el punto de que empiezan a resultar más interesantes los autores que han sido perseguidos, per se, que los autores que cuentan con el beneplácito de todo el mundo.
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