“Tener tu propio piso es tan fácil como darme a mí 400 euros”, me cuenta un tipo que prefiere no dar su nombre y al que llamaré Ricardo a partir de ahora. “Le pego una patada a la puerta. Pincho la luz, el agua y el gas. Luego pongo una cerradura nueva y te doy la llave en mano. Lo que venga después es cosa tuya”.
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