La UPM se dedica ahora, amenazada por la bancarrota absoluta a recortar a machetazos, sin ton ni son, en aquellos lugares que la legislación laboral lo permite. Nada de husmear entre los departamentos para escudriñar por dónde se escapa la pasta. Nada de pedir cuentas a pseudoinvestigadores vetustos con plaza de catedrático. Nada de afrontar, sinceramente, una reforma estructural seria, atacando la gangrena y recortando en lo verdaderamente prescindible
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