Prince of Persia, Dante's Inferno, Alan Wake y Red Dead Redemption evidencian que el negocio cinematográfico ya es un género accesorio, un mero satélite del gran astro alrededor del que gira el negocio del entretenimiento. Las películas forman parte del merchandising publicitario: el verdadero objetivo es vender pasaportes a los nuevos paraísos artificiales. No ha hecho falta ni el 3d ni la realidad virtual: aún en pañales, la Magna Opera del siglo XXI es digital.
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