Un señor que no fabrica marionetas de trapo, ni muebles de diseño, ni lavadoras ecológicas, ni siquiera cocina tocinillos del cielo como algunas monjas de convento. Es usted una especie de tertuliano, como Pilar Rahola o como Kiko Matamoros, con la diferencia de que su sueldo no depende de la audiencia sino de la aportación que hace el Estado, un estado aconfensional, si se me permite el oxímoron. De manera que un subsidiado critica los subsidios, como si Belén Esteban criticase el mal gusto o como si Tío Gilito criticase el capitalismo.
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