Hace años los politólogos pensaban que votamos por conveniencia, en función de las políticas que creyéramos que nos beneficiarán a corto o medio plazo. Estaban equivocados, nuestro egoísmo no es pragmático sino tribal. Votamos a los nuestros, a los que nos dan de mamar intelectualmente y nos permiten diferenciarnos de los otros. Cuando opinamos, lo hacemos para reforzar lo que ya pensábamos antes de opinar y no somos prácticos ni siquiera a la hora de votar, porque la gente no vota lo que le conviene sino lo que le gusta.
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