Curiosa paradoja. El hecho de que en los países desarrollados no experimentemos a nuestro alrededor el sufrimiento de esas horribles enfermedades que las vacunas básicamente han hecho desparecer empieza a hacer que --peligrosa e irresponsablemente-- dirijamos nuestro escepticismo hacia la herramienta que ha permitido ese estado de cosas.
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