Pero esa posición también era demasiado fácil porque nos servía para evitar hacernos preguntas incómodas sobre nuestro propio proyecto político y su arraigo en alguna concepción de país. Teníamos algo que decirnos con los independentistas que compartían nuestras coordenadas ideológicas. Pero, en cambio, ¿qué teníamos que decirnos con nuestros vecinos?
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