Cuando el joven Pérez Rubalcaba estudiaba la carrera de Química Orgánica en la Universidad Complutense, trató de que sus buenas condiciones como atleta le llevaran lejos. Sus cualidades le hacían un gran velocista, una pasión que había fomentado en su Cantabria natal, hasta el punto de que llegó a estar considerado como uno de los más prometedores del país en unos años en los que el deporte profesional en España era una quimera.
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