A día de hoy son miles las personas que sufren los estragos de esta enfermedad, individuos que conviven con este virus desde que entró en sus casas por primera vez. «Yo desde entonces no he levantado cabeza. Tengo que tomar doce pastillas diarias para al menos poder ir a trabajar», asegura Ainoa Aguado, quien lleva nada más y nada menos que cuatro años batallando con los síntomas. Porque claro, en su caso, el maldito microbio se volvió persistente.
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