Era una de tantas cenas de Navidad, el pasado miércoles, en un restaurante caro en los alrededores de Madrid. Los comensales iban chocando copas, con el vino maceraban las coñas, troquelaban anécdotas del año… menos un comensal con cara de seta. ¿El soso de la oficina? No. José Luis Rodríguez Zapatero.
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