La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EE.UU. acaba de dar un gran giro respecto al fracking: reconoce que contamina el agua potable en algunas circunstancias, según la versión final de un estudio publicado en 2015. La versión final es mucho más preocupante que la primera, que no encontró "ninguna evidencia de que fracking sistemáticamente contamina el agua". Es el informe más grande y completo hasta hoy sobre los efectos de fracking en el agua, contaminada en todo el proceso: adquisición, mezcla con químicos, almacenado de agua residual.
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