El mar, pese a su inmensidad, no es inmune a la actividad humana. Aunque actúe como un gigantesco sumidero de CO2, sufre sus consecuencias: en los últimos dos siglos, el mar se ha vuelto más ácido (en las zonas estudiadas, su pH ha pasado de 8,1 a 7,7 en una escala que va de 1 a 14). Y el efecto ya se nota. Investigadores de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y colegas del Consejo Australiano de Investigaciones han descubierto que esta variación disminuye la capacidad reproductiva del erizo de mar (Heliocidaris erythrogramma) en un 25%.
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