Tim Burton funciona mejor cuando homenajea a sus referentes en títulos de creación propia (a la Universal en Frankenweenie, al horror gótico en Vincent, a la ciencia ficción de los años cincuenta en Mars Attack!, a la baqueteada Hammer en Sleepy Hollow, a todo un poco en maravillitas como Bitelchús) que cuando toma un título específico y lo rehace a su manera (desde El Planeta de los Simios a Charlie y la Fábrica de Chocolate.
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