Si alguien nos pregunta qué creemos que es la materia, es evidente que todos tenemos una idea mental más o menos inefable (casi instintiva) sobre cierta variedad de sustancias tangibles que dan soporte a todo el mundo que nos rodea. Puede que venga a nuestra imaginación esa imagen del átomo como una esfera central rodeada por otros cuerpecitos que lo orbitan y, los más informados, podrán reconocer esa sustancia central como el núcleo y los cuerpos que orbitan como electrones. Luego, nos dirán, estos átomos se unen unos a otros mediante potenciales para formar moléculas y éstas conforman luego grandes cuerpos macroscópicos mediante otra posterior unión.
Así pues, una primera respuesta podría ser que la materia es un conjunto de partículas subatómicas indivisibles que conforman átomos, moléculas, y que sustentan grosso modo todo el mundo que nos rodea. O, en otras palabras, que todo objeto material se reduce en último término a estos átomos compuestos por partículas moviéndose por entre un espacio vacío. Huelga decir que la base de esta idea se remonta nada menos que a los primeros pensadores de la filosofía Griega, destacando la propuesta del presocrático Demócrito.
El que esté un poco más formado en este tema podría incluso reconocer que son sólo 3 las partículas que forman todo lo que vemos a nuestro alrededor: en concreto protones y neutrones (conformando el núcleo) y electrones orbitando este núcleo cual Luna girando alrededor de la Tierra. Los más curiosos también sabrán que protones y neutrones a su vez se componen de otras partículas más pequeñas llamadas quarks y que por tanto todo objeto con que nos topemos en nuestro día a día lo conforman simplemente un aglomerado de quarks up y quarks down ("confinados en un núcleo central"), y electrones orbitando dicho núcleo.
El que tenga algún tipo de estudio superior en alguna rama científica (o el que sea extremadamente curioso) también reconocerá que esa "órbita" del electrón alrededor del núcleo es metafórica, y que la mecánica cuántica nos indica que más bien el electrón se encuentra en un estado difuso de estados superpuestos conformando una especie de niebla de probabilidad (algo así como si la Luna no girase realmente la Tierra, sino que estuviese al mismo tiempo en todas las posiciones energéticamente permitidas dado el potencial gravitatorio).
Sin embargo, y a pesar de todas las aproximaciones que llevamos hechas, resulta que la materia realmente no es nada de todo lo dicho arriba. La física moderna posterior a los años 30 del pasado siglo avanzó mucho más el asunto, pero no obstante la divulgación científica tradicional permanece varada en una explicación anterior a este periodo. Es decir, que lo que hemos comentado arriba (con excepción del concepto de quark) es simplemente lo que decía la física tras la revolución del primer par de décadas del siglo XX, y lo que suelen contar los libros y documentales que tratan el tema. Pero hoy día, y pese a que no sea un conocimiento bien extendido entre el público no especialista, se comprende que lo dicho antes es una (mala) aproximación que apenas sí se mantiene si no es como mera metáfora.
Pues entonces resulta que las partículas no son sustancias de naturaleza independiente, y resulta que no se mueven por entre el vacío...puesto que el concepto de verdadero vacío no existe como tal. Se dice en la jerga física que las partículas son en realidad excitaciones de un campo cuántico. Y es cierto que el hecho de utilizar estos "palabros" es precisamente lo que normalmente detiene a la divulgación científica de ir mucho más allá del concepto tradicional de átomo, pero vamos a intentar explicarlo a continuación de una manera sencilla y visual. No hay que tener miedo:
1) El concepto de campo simplemente hace referencia a las propiedades de cada posición del espacio. Un ejemplo de campo podría ser la temperatura de la cocina de tu casa. Cada posición de tu cocina tiene una temperatura distinta. En este caso la propiedad a determinar del campo es un único número (escalar) para cada posición: la temperatura. Se trata de un ejemplo de campo escalar (1 número es suficiente). Si hicieran falta más números para explicar un campo en cada posición espacial hablaríamos entonces de campo vectorial, un campo tensorial, etc. Y el hecho de que estos campos sean cuánticos simplemente significa que su dinámica (el modo en que se comporta) depende de las propiedades de la mecánica cuántica.
2) La física moderna nos cuenta que lo que en realidad existe (la sustancia básica) en el mundo no son partículas y vacío separándolas (i.e.; la vieja idea de Demócrito), sino campos como los arriba descritos. Estos campos esenciales son espacialmente infinitos e infinitesimales, llenando de este modo todo el espacio del Universo sin dejar hueco para un verdadero vacío. Cada campo es pues una especie de sustrato que se comporta como una colección infinitesimal de números que describen cada posición del espacio.
3) Existe como mínimo un campo cuántico por cada partícula conocida: así pues tenemos un campo para el electrón, el campo de Higgs, el campo del quark up, el campo del quark down, el campo del muón, etc.
4) Cada uno de estos campos se puede entender como si estuviesen compuestos por una infinidad de pequeños "muelles" unidos entre sí. De este modo podemos diferenciar dos tipos de "movimientos": el que hace cada muelle individual al vibrar (estirarse y contraerse a distinta velocidad), y el movimiento de traslación del conjunto de muelles conforme se alteran unos a otros mediante sus "impactos" (de manera similar a como una ola es el resultado ondulatorio de la agitación y vibración conjunta de cada molécula individual de agua).
5) Estos campos (los números que representan cada posición del espacio en realidad, como era el ejemplo de la temperatura de la cocina) presentan por lo tanto ondulaciones (cambios numéricos siguiendo funciones senoidales) que vibran a distinta intensidad, y que se trasladan por entre el espacio de manera similar a como el mar presenta olas de distintas alturas moviéndose a distinta velocidad por su superficie (aunque aquí como vemos lo que se mueve son valores numéricos siguiendo funciones matemáticas).
6) Pues bien: se entiende e interpreta desde la física (llevando quizás demasiado lejos a la metafórica) que la "altura" e intensidad de una onda dentro de un campo cuántico representa cuántas partículas del campo concreto existe en una posición concreta del espacio, mientras que la velocidad de traslación de dicha onda va a representar la energía (momento) que poseen estas partículas.
7) Y muy importante: una posición del espacio que no contenga ondulación alguna se dice que está en reposo (en su estado fundamental), pero que no está vacía. Es decir, que aunque NO existen partículas como tal puesto que no hay ondulaciones en el sentido del punto 6), sí que existe en cada posición infinitesimal del espacio esa sustancia (numérica) que conforma el propio campo y que aún en su estado fundamental presenta cierta vibración y potencial mínimo, remanente del principio de incertidumbre de la mecánica cuántica.
8) Las partículas de un cierto tipo son como vemos excitaciones ondulatorias del campo cuántico al que pertenecen, de manera que el sustrato y la sustancia del mundo no es la partícula en sí, sino esa especie de propiedad (numérica) ubicua que denominamos campo.
9) Finalmente comentar que los distintos campos interaccionan (se acoplan) entre sí dando como resultado lo que normalmente se conoce como fuerza. Es decir, que una fuerza no es ni más ni menos que el hecho de que una ondulación de cierto campo "tropezó" con una ondulación de otro campo distinto dando como resultado una perturbación que acaba modificando el estado de los campos implicados en el proceso.
10) El modo (probabilidad) en que los campos se acoplan entre sí (el resultado de las interacciones), además del modo en que las ondas de cada campo se mueven (su dinámica) vienen determinadas por las matemáticas de lo que se conoce como el modelo estándar de partículas. Estas matemáticas permiten determinar la fenomenología microscópica (calcular la manera en que los valores numéricos de los distintos campos van a variar) con una precisión de decenas de decimales.
Es posible que muchos hayan abandonado el artículo antes de llegar a este punto, pero para los valientes voy a terminar proponiendo un ejemplo práctico básico, metafórico y aproximado de lo que se mueve en realidad entre bambalinas en la base esencial de este mundo nuestro que todos pensamos conocer mejor de lo que en realidad es el caso:
Traslademonos por un segundo al LHC (Gran colisionador de hadrones del CERN). Allí en estos momentos es seguro que una partícula de quark acaba de chocar con otra partícula de quark dando como resultado la desaparición (aniquilación) de estas dos partículas que colisionan y la aparición (creación) de cientos de otras partículas en su lugar. Estas partículas generadas son de muchos tipos: electrones, positrones, fotones, muones, etc., y son medidas por los detectores del LHC. Hasta aquí la visión "tradicional". Veamos qué ocurre en realidad:
En realidad sabemos que lo ocurrido es que por entre el infinito campo cuántico del quarks, en la posición x (situada en el laboratorio del CERN) una ondulación excitada se movía, pongamos, hacia la derecha con una velocidad muy cercana a la de la luz c, mientras que en sentido opuesto otra ondulación del campo de quarks hacía lo mismo en la posición y. En cierto instante x se hizo casi igual a y, es decir; la posición de las ondulaciones excitadas fueron muy cercanas, y por tanto la probabilidad de interacción (acoplamiento) entre ciertos campos aumentó. Las matemáticas del modelo estándar permiten que de este estado inicial (dos "ondas" de quarks moviéndose con gran energía) se termine con una gran variedad de posibles estados finales (una infinidad de alternativas de hecho).
Cada estado final posible tras la colisión va a constituir una gigantesca combinación de estados cada uno de los cuales va a poseer cierto número de partículas moviéndose de diferentes maneras -velocidad-, y la única condición para que tal estado sea posible es que se cumplan las correspondientes leyes de conservación: energía, momento, carga, color, etc. Además, cada estado final posible va a poseer una cierta probabilidad resultado de la proporción entre las distintas constantes de acoplamiento.
En resumen: que tras el choque de las dos ondas del campo de quarks el Universo determinará un estado final concreto donde estas ondulaciones originales desaparecen, y en su lugar aparecen ondas excitadas en los campos de otras partículas distintas que se van a trasladar con una velocidad determinada siempre y cuando se cumplan las leyes de conservación: es decir, que por ejemplo los momentos (velocidades) de las ondas finales sumen lo mismo que el momento de las dos ondas iniciales, etc. La probabilidad para cada estado final por último va a estar determinada por una distribución que aparece como fruto de las propias matemáticas del modelo estándar. Así pues, aunque muchos estados finales serán los que cumplan las leyes de conservación, algunos serán más probables que otros debidos a ciertas constantes y parámetros de acoplamientos.
Estos parámetros del modelo estándar, por cierto, fueron colocados ad hoc; es decir, que fueron añadidos empíricamente a mano para que la distribución de probabilidad observada experimentalmente y la predicha teóricamente coincidieran (trampa, trampilla ;) ).
Por si algún aventurero todavía continúa leyendo voy a intentar una vez más escenificar lo comentado, pero ya simbólicamente, casi como con una alegoría. A ver si logramos dejar, aunque sea a expensas de la exactitud, lo más claro posible lo que constituye eso que entendemos por mundo material:
El Universo completo está lleno de varios tipos de "mares" (campos), y cada "mar" representa un tipo especial de partícula. Cuando cierto mar no presenta excitación alguna en una posición o lugar x, se dice que está en su estado fundamental y que allí NO hay partículas (aunque sigue habiendo "algo" -el campo- y no se puede decir que en x exista un verdadero vacío). Estos mares pueden presentar como decimos ondulaciones y flujos que se mueven vibrando por entre su ser. La velocidad de traslación y el modo de vibración individual del "agua" ("muelles" siguiendo un movimiento ondulatorio armónico simple) determinarán el momento y el número de partículas en cierta posición x.
La excitación ondulatoria en estos mares se puede traspasar o ceder de un tipo de mar a otro, lo cual constituye el hecho de que una excitación preexistente en cierto mar en la posición x, se pueda convertir en una excitación en otro mar distinto en ese mismo punto x, dando como resultado el equivalente a la aniquilación espontánea de un tipo de partícula y la aparición de otra. Pero en realidad como vemos no se trata de que nada salga de la nada o desaparezca en ella, sino que simplemente las excitaciones ondulatorias se transmiten con cierta probabilidad de un tipo de mar a otro.
Estamos ya pues en condiciones de comprender que esas 3 partículas estables que vimos antes que componen todo lo que vemos en nuestro día a día (electrones, quarks up y quarks down), no son otra cosa más que vibraciones ondulantes dentro de sus mares constituyentes (campos cuánticos). La materia se reduce de este modo a ondas de probabilidad (sinusoidales) moviéndose (numéricamente) dentro de ciertos sustratos cuánticos primordiales que embeben de manera ubicua al Universo por completo desde su mismo origen.
La materia es número, es función, cambio algebraico, ondulación y probabilidad...y poco más.
El presente texto no es mío, sino de un médico de familia que se presenta a sí mismo en el primer párrafo. Lo leí el año pasado en un grupo de Facebook al cual ese médico pertenece como usuario de la red social. Hoy he vuelto a releerlo, recordándolo a partir de una discusión en una noticia de Menéame, y he dedicido copiarlo aquí íntegramente puesto que es un texto abierto, conservándolo tal y como es.
@Carme comenta que el texto fue publicado originalmente en un medio online, el Diario de Castilla La Mancha. El enlace a dicha publicación original puede verse aquí.
A continuación, el texto.
Mi nombre es Juan Manuel Jiménez Muñoz. Soy médico de familia en Málaga. Tengo 60 años, y ejerzo mi profesión desde hace 35. Mi número de colegiado es el 4.787. Y este dato lo aporto por si alguien, a raíz de esta lectura, me quiere denunciar o poner una querella. Será un honor.
El método científico, desde Galileo Galilei, nos ha sacado de las sombras. La electricidad, la radio, la televisión, los GPS, los teléfonos, los viajes espaciales, los antibióticos, las vacunas, los telescopios, la anestesia general, el saneamiento de las ciudades, la depuración del agua, las radiografías, las resonancias, los rascacielos, los aviones, los trenes, el cine, las fotografías, los ordenadores, y nuestra vida al completo, dependen de una ocurrencia de Galileo. Una ocurrencia en tres pasos para averiguar entre todos cómo funciona el mundo:
1-Establecer una hipótesis plausible sobre un problema concreto. Por ejemplo: “yo creo que el agua estancada contiene unos animalitos minúsculos que causan enfermedades”. O: “yo creo que cuando un imán gira alrededor de una bobina se genera una corriente eléctrica”. O: “yo creo que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés”.
2-Realizar experimentos para comprobar la veracidad o la falsedad de esa hipótesis.
3-Publicar los experimentos para que cualquier otro los pueda reproducir, afirmar o refutar.
Y ya está. Qué tontería. Y gracias a eso, Y NADA MÁS QUE A ESO, la sociedad de 2020 es completamente diferente a la de 1700. Diré más. Si como por arte de magia pudiésemos trasladar un habitante del año 1 hasta el año 1700, apenas notaría diferencias en lo esencial de la vida: se adaptaría sin problema. Pero si trasladásemos a un habitante del año 1700 al 2020, se moriría del susto. Literalmente.
Gracias al método científico tenemos herramientas para erradicar una pandemia, o para hacerla soportable: la del coronavirus, por ejemplo. Gracias a la ciencia no hay viruela. Gracias a la ciencia no hay leprosos en Europa (o son casos muy contados). Gracias a la ciencia, los pacientes VIH positivos ya no se mueren de SIDA, sino que llevan su enfermedad como los pacientes crónicos. Gracias a la ciencia, muchos cánceres se curan.
Y que después de 300 años de éxitos tenga uno que soportar lo insoportable, resulta estremecedor: la caída del modelo y la sustitución por la farsa, por la charlatanería, por la incultura, por el pensamiento mágico, por la vulgaridad, por el despropósito y por la democracia aplicada a la ciencia, donde el analfabeto opina sobre el coronavirus en igualdad de altavoces que el más docto catedrático de virología, y donde los tratamientos y las medidas de contención de una epidemia son a la carta.
Hay grupos organizados que parecen añorar la Alta Edad Media, aquella que tan magníficamente plasmó Umberto Eco en “El Nombre de la Rosa”: con su mugre y sus hambrunas, con sus gentes muriéndose de peste o de viruela, con los libros encerrados en monasterios sin acceso para nadie, sin luz eléctrica, sin agua potable, sin nada.
Aunando esfuerzos, una mezcla infernal de terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos, sectas satánicas, neonazis, adoradores de ovnis, hedonistas ácratas, cazadores de masones, fetichistas de los porros, delirantes con el 5G, ecologistas que no han visto jamás una gallina e imbéciles con pedigrí, pululan en todas las redes sociales instaurando una nueva religión que, mucho me temo, está calando más de lo que imaginaba en una población carente de cultura y liderazgo. Eso no es nuevo. Tarados los hubo siempre. Pero médicos y biólogos liderando imbéciles acientíficos y abjurando de la ciencia para adquirir una fama pasajera, eso nunca lo viví. Y nunca pensé que mis ojos lo verían. Y nunca creí que los Colegios de Médicos, o de Biólogos, giraran la cabeza hacia otra parte y no alzaran su voz contra el medievalismo.
Que un grupo de 200 médicos se autodenomine “Médicos Por la Verdad”, ya es una ofensa gravísima para el resto de los médicos que ejercemos en España, que somos 160.000. Porque quiere decir, ni más ni menos, que los 159.800 médicos restantes que no estamos en la secta somos “Médicos Por la Mentira”. Y a mí no me llama mentiroso ningún hijo de la gran puta. Por mucho título que tenga.
Que se estén dando conferencias, y publicando libros (uno de ellos con seis ediciones en un mes), para afirmar que no hay pandemia, o que los individuos sin síntomas no contagian, o que esto es igual que una gripe, o que es preferible la experiencia personal a las publicaciones científicas revisadas por pares, o que el dióxido de cloro funciona contra el coronavirus, o que el dióxido de cloro no es tóxico, o que las vacunas que existen ahora provocan autismo, o que las vacunas llevan microchips para controlarnos, o que los aviones esparcen desde el cielo cristales para contagiarnos, o que no llevar mascarillas es un acto saludable de rebeldía, resultaría risible si no fuese mortal de necesidad, y si quienes defienden esas barbaridades fuesen mariscadores gallegos, aceituneros andaluces o pescadores cántabros, y no licenciados o doctorados por una Universidad.
Hace poco, sesenta imbéciles acudieron a Las Canarias para reunirse en una playa a contagiarse a propósito. Habían quedado por Internet. Y yo, desde mi muro, acuso a quienes deberían ser líderes sociales, y no lo son, de favorecer esos comportamientos criminales con sus discursos absurdos.
No es época de división, ni de actuar cada uno a su bola. Por desgracia, nadie lidera la crisis. Es evidente. Digo ningún político. El Gobierno Central ha dimitido de sus responsabilidades. Incluso tiene que sobornar a los autonómicos para que acudan a las reuniones. 17 Reinos de Taifas, 17 desastres organizativos. A cuál peor. Ni una puñetera norma en común. Ni un solo registro compatible. Y además de eso, por si fuese poco, una sarta de embusteros con el título de licenciado envenenan a la sociedad en lugar de aconsejarla, de guiarla, de cuidarla, prestándose a decir lo que muchos quieren escuchar, lo que ahora vende: que el coronavirus es un invento de las superpotencias para disminuir la población mundial, para enriquecer a las farmacias y para cargarse a los ancianos, pero que, sin embargo (y mira tú que curiosa paradoja), la tal pandemia no existe.
Compañeros médicos, biólogos, abogados, farmacéuticos y licenciados de toda clase y condición que habéis optado por llevarnos otra vez a la Edad Media: sois la vergüenza de la profesión, y no sois dignos de que os llamemos compañeros, y mucho menos científicos. Sois pocos, pero metéis mucho ruido y confundís. Sois pocos, sí. Pero mala gente. Y decís cosas por las que, de haberlas dicho en la Facultad de Medicina o de Biología cuando eráis estudiantes, jamás habríais obtenido ese título del que ahora os valéis para vuestro propio beneficio. Un título del que, si de mí dependiera, seríais desposeídos de inmediato. Lástima que no se pueda.
Podría elegir muchas estupideces de las que defendéis, muchas barbaridades solemnes, pero me centraré en una sola, que en vuestra boca merecería la cárcel: “las personas sin síntomas no contagian”. Cagoentóloquesemenea. ¿Dónde estabais el día que explicaron la tuberculosis, o el SIDA, o la varicela? ¿No contagian los VIH positivos a pesar de estar asintomáticos? ¿No hay tuberculosos bacilíferos sin síntomas de enfermedad? ¿No se contagia la varicela desde pacientes en fase prodrómica? En fin. Mejor callar, que me van a estallar las meninges.
Sois líderes que habéis elegido no serlo para convertiros en bufones. Y eso, en época de zozobra, no tiene perdón de Dios. Ojalá se os seque la yerbabuena.
Ah. Y otra cosa. Mis señas las di al principio. A ver si tenéis cojones para meteros conmigo. Cojones, digo; ya que neuronas… las justitas pa beber sin ahogarse.
Cagoentó.
Firmado:
Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico del Servicio Andaluz de Salud.
Colegiado en Málaga 4787.
Interesante entrevista a Antoni Trilla, jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona (gacetamedica.com/investigacion/nunca-hemos-conseguido-vacuna-contra-lo). Una de las respuestas llama mucho la atención:
En Barcelona hay un centro de investigación animal que trabaja en colaboración con una universidad holandesa en una vacuna frente al coronavirus del MERS para los camellos. ¿Qué significa esto? Mucha gente esta convencida de que tiene un compuesto que podría servir como vacuna pero se tiene que desarrollar en un ensayo clínico, comprobar su eficacia y su seguridad. Si la vacuna demuestra ser eficaz y segura se puede empezar a utilizar como ha ocurrido con la vacuna experimental del ébola en la República Democrática del Congo.
Pero esto no es un proceso rápido. En el mejor de los casos estamos a un año vista de la vacuna. Sin embargo, los antecedentes que tenemos son malos puesto que no hemos conseguido NUNCA una vacuna frente a los coronavirus que producen los resfriados, tampoco se consiguió una vacuna frente al SARS y la única vacuna adelantada contra el MERS es para camellos. Hay que perseguirla, claro, pero el proceso es lento y no se pueden saltar las barreras de seguridad."
En resumen: NUNCA hasta la fecha hemos conseguido una vacuna en humanos para un virus de la familia del coronavirus, estando lo más cerca de ello una vacuna en estudio para el MERS en camellos (y recordemos que el MERS continua contagiando a personas activamente desde hace 6 años mayormente en oriente medio, lo único que su tasa de contagio R0 es mucho más baja que la del COVID19).
menéame