Endogamia universitaria y revelación de datos personales: falta muy grave de la UMU

La Agencia Española de Protección de Datos ha dictado Resolución (podéis consultarla aquí www.aepd.es/documento/ps-00551-2022.pdf ) donde declara que la Universidad de Murcia ha cometido sendas infracciones (grave y muy grave respectivamente). Así, la Agencia acuerda:

DECLARAR que UNIVERSIDAD DE MURCIA, con NIF Q3018001B, ha infringido lo dispuesto en el artículo 5.1.f) del RGPD y artículo 32 del RGPD, infracción tipificada en el artículo 83.5 del RGPD y artículo 83.4 del RGPD, respectivamente. 

Las infracciones se cometieron al revelar datos personales de uno de sus profesores: concretamente yo. Dejad que os cuente la historia y sus antecedentes.

Entre enero de 2015 y septiembre de 2023, fui profesor asociado del área de Derecho Constitucional. A partir de entonces y hasta la actualidad, soy profesor ayudante doctor del área de Filosofía del Derecho. Dado que en la vida real soy aún más tocapelotas que en nuestra querida Menéame (y siempre lo he sido), no soy demasiado querido en mi departamento. Antecedentes como las duras críticas que lancé contra la gestión del rectorado y del consejo de estudiantes en mi época de alumno (me expulsaron por tales críticas, pero luego la justicia anuló la expulsión) juegan en mi contra, pero la universidad me encanta, así que peleo duramente cada día por quedarme allí y poder ejercer mi vocación sin agachar la cabeza ante nadie.

En esa tesitura me presenté a una plaza de profesor ayudante doctor en Derecho Constitucional. Había un candidato favorito, y no me la dieron a mí sino a él. Recurrí judicialmente y el juez declaró que la plaza era mía, al ser mis méritos claramente superiores a los del otro. Tanto la universidad como el candidato favorito recurrieron la sentencia (a día de hoy está pendiente de resolverse el recurso por el TSJ murciano). Pues bien, dicho candidato aportó con su recurso una serie de documentos que, a día de hoy, sigo sin tener ni idea de cómo obtuvo, documentos que estaban en poder de la Universidad de Murcia y que básicamente eran:

-Mi solicitud de participación al concurso de otra plaza, esta vez de Filosofía del Derecho (no es la que disfruto ahora, sino otra convocada años atrás), que contenía mi teléfono, dirección postal, dirección de correo electrónico, sexo, así como la formación académica de grado y posgrado. Todos ellos visibles y sin anonimizar.

-El acta con mis calificaciones en dicho concurso.

-Documentación de una beca que disfruté años atrás.

La utilidad de dichos documentos para fundamentar su recurso era nula (con ellos pretendía dar a entender que mi perfil era más de otras áreas que de Derecho Constitucional), pero lo escandaloso fue que pudiese acceder a ellos alegremente. Inmediatamente, denuncié en la Agencia Española de Protección de Datos. Y tras ser requerida, la Universidad de Murcia formuló alegaciones (pueden verse en la resolución) donde decía que, como el candidato que obtuvo mi documentación era profesor allí, tenía derecho a acceder a ella. Según esto, yo que también soy profesor podría meterme en el expediente de cualquier alumno y enterarme de dónde vive, su nivel de renta si es que ha pedido una beca, sus informes médicos si ha solicitado adaptación por discapacidad...

Y, evidentemente, la Agencia rechazó las alegaciones declarando la comisión de las infracciones por la Universidad. En este párrafo motiva su decisión de un modo especialmente claro:

Sin embargo, en el momento de producirse la brecha de datos personales, no cabe afirmar que la reclamada contase con las medidas adecuadas en función de los posibles riesgos estimados, así como que las medidas de formación y concienciación dirigida al personal que debía realizar los tratamientos de datos personales era del todo insuficiente, concretamente respecto a facilitar documentos sin anonimizar previamente determinados datos personales identificativos y de contacto, así como facilitar documentación a un tercero sin legitimidad para ello, como ha sucedido en el caso que nos ocupa

Hoy sigue siendo un misterio quién y cómo dio al candidato favorito mis papeles. Pero al menos la autoridad competente ha declarado que fue una cacicada manifiestamente ilegal, e imbricada en la triste tradición de tantas universidades españolas, donde los protegidos de sus autoridades tienen carta blanca para hacer lo que quieran, como quieran y cuando quieran, mientras que los disidentes (o simplemente los ajenos a sus redes clientelares) son condenados al ostracismo, la exclusión y el exilio.

Aún tengo muchos pleitos con mi universidad. El de la plaza que gané y está pendiente de recurso, el de la impugnación de otra plaza de profesor permanente que sacaron a toda prisa para amortizar la plaza que gané y evitar que pudiese disfrutarla, y otro relativo a la plaza que actualmente ocupo, plaza temporal que también tenía un candidato favorito pero que yo obtuve por circunstancias inesperadas, y que es posible que logren devolverle quitándome a mí de en medio. Y algunos pleitos más. Mientras tanto, sigo disfrutando de mi trabajo, siendo tan díscolo e irreverente como siempre y esperando acontecimientos.

En este mundo hay demasiados pelotas y muy pocos tocapelotas. Por eso avanza tan lento y retrocede tan rápido. Por eso hacemos falta muchos más, aunque a veces resulte muy difícil serlo debido a las represalias que conlleva. Pero cuando consigues tus pequeñas victorias, cuando pones de rodillas a un cacique aunque sea por un corto lapso de tiempo, y cuando logras mejorar aunque sea levemente la realidad que te rodea, sientes que no hay empresa más grande y satisfactoria a la que pudieses dedicarte. Y eso siendo un tocapelotas estándar como yo, sin especiales virtudes ni capacidades, y que siempre actúa solo. Imaginaos lo que conseguiríamos si todos los tocapelotas nos coordinásemos para cambiar el mundo. De hecho, las grandes conquistas de los últimos dos siglos se han logrado así. No dejéis de pelear nunca.