#17 Muy real. El tipo soltó lo de que iba a hacer el libro y en menos de un mes, se cerró el asunto. Eran tres los contratistas y no dos como he dicho (dos pinchando y uno protegiendo). Los cabronazos con su ética profesional, nunca se derrotaron y soltaron quién les pagó. Cuando los pinchos talegueros se les desafilaban, paraban y los afilaban en el suelo del patio. El dinero mejor pagado que he visto
#1 El incendio benéfico fue para ellos, que no han parado de salir cientos de camiones con la madera. Si el PP no hubiera derogado aquella ley que prohibía vender madera quemada por incendios durante 50 años ( o algo así ), al menos estos incendios no saldrían rentables.
#0 No se como te atreves a cuestionar un exitoso servicio gratuito y casi sin ánimo de lucro, que se financia para sobrevivir malamente mediante unos pequeños anuncios de nada
Si quieres hacerlo bien bien, la próxima vez no dudes en mencionar el capitalismo. Aquí eso es mano de santo!!!
#2 Lo que hay que empezar es a dar por sentado el principio de no participación corporativa.
Que la gente es muy burra, muy burra: que les pagan bien y les inyectan una religión de marca, y los convierten en predicadores de la divinidad de una marca, y presumen de Amancio, Bezos, Musk, hasta que Amancio, Bezos, Musk les demuestran, por vez número 10 millones, que nunca les importaron una mierda y los han utilizado, y los tiran al contenedor de no reciclables como un condón usao.
Si estás aportando todo tu saber en una corporación privada: DETENTE, YA.
Busca un trabajo honrado: lo más probable es que los frutos de tu trabajo nunca redunden en el interés general. Serán deformados de manera espuria para mayor enriquecimiento de un papanatas, malicioso, enfermo mental, y nadie te lo agradecerá ni se acordará de ti.
Esa es una opción.
La otra opción es que acabes convertido en uno de ellos, y seas tú el que desagüe hacia la irrelevancia los frutos de los cerebros más válidos de tu generación.
#2 La oligarquía ésta se acaba si dejamos de consumir las mierdas que nos venden. Con que caiga uno ya llega para que el resto se acojonen y reculen viendo peligrar su oro.