Llamadas al alcalde para enchufar a un familiar, quitar una multa, conseguir una rebajita en un hotel o hacer la vista gorda con un local comercial irregular; llamadas al Gobierno para acelerar la aprobación de un proyecto urbanístico; llamadas a un agente al que se le había regalado hasta una yegua a cambio de favores; llamadas entre consejeros en las que se pide discreción; llamadas a un concejal para comprar su voluntad por un kilillo... Llamadas, muchas llamadas.
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