Hindeburg dejó manos libres a Bruning para intentar solventar la crisis y adoptar medidas antiinflaccionistas que, según él, sacarían a Alemania de la depresión. Procedió a recortes sustanciales del gasto público, especialmente en materia de derechos sociales y a despedir a funcionarios civiles o recortarles el salario, medidas que sólo sirvieron para que el malestar fuera a más entre la población, y en nada revitalizaron la economía, que, a decir verdad, fue a peor.
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