Su fondo amargo es inescrutable. Dicen que obedece a algún trauma, según el enfoque sociológico, o a alguna tara emocional, según el neurobiológico. En todo caso, en todos ellos se percibe un rencor profundamente arraigado que determina su conducta, por eso se les llama también desgraciados en toda la extensión polisémica de la palabra. Son desgraciados que viven para hacer desgraciados a los demás, para esparcir desgracia, lo que, desde una perspectiva zoológica, los hace predadores.
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