La última temporada del procés es la de la sentencia, aunque han pasado tantas cosas en solo una semana que ya nadie recuerda que sus capítulos más violentos detonaron a golpe de mazo. Llevamos días viendo a los tertulianos habituales de los programas, esos que un día te hablan del brexit y al otro están en un programa de cocina, siempre sin perder ni un gramo de autoridad, decidiendo si las penas impuestas eran justas. Como si un fallo judicial debiera estar sujeto al criterio de la población y no al de la ley.
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